Borrachera (privado Adrian)

El único y exclusivo fin de esa incursión impulsiva era emborracharse, era meter en su sistema tanto alcohol como pudiera entrar, sentado en una esquina del lugar, silencioso y meditabundo. No había nada más en el universo que importara, como la jarra de cerveza que tenía en la mano. Nada más importaba... excepto terminársela y tomar otra y otra y otra... hasta que no pudiera ponerse en pie, hasta que no hubiera nada más que hacer que olvidar.

La música apenas llegaba a sus oídos, recostado sobre uno de sus brazos, sostenía con el otro la jarra, observándola, evaluándola. Con los ojos abiertos y fijos, carentes de vida y emoción ¿De qué servía? ¿Para qué tantas cosas? Hundirse en su miseria no lo ayudaría, estaba hasta los huesos de trabajo, sumergido en papiros y nada más, sin pensar en otra cosa, sin permitirse creer en nada más.

Si parecía un muerto era lo menos que podía parecer, sobrepasado por los recuerdos que súbitamente habían regresado a su mente, como si estos mismos no pudieran esperar un segundo más a renacer de las cenizas... ahora lo recordaba perfectamente, tanto que era doloroso saberse abandonado por aquél que tanto amaba y al mismo tiempo recordar a aquél otro personaje que tanto tiempo hubo estado vedado en su memoria.

Ahora lo sabía... tal vez fuera mejor... solo tal vez...

Suspiró audiblemente y empinó de un solo trago todo el contenido de la jarra que hasta ahora era su mejor amiga, ya había perdido la cuenta de exactamente cuantas llevaba. Era lo mismo, apenas estaba mareado. Volvió a dejar caer la cabeza, deprimido, agotado, exhalando pesadamente para evitar deshacerse en medio de la gente a la que no había prestado atención.

Sabía que pronto se recuperaría, una vez que su mente lo olvidara y pusiera en orden todos aquellos recuerdos en donde aparecía él...

Asintió a sus palabras, tenía razón, él lo había hecho olvidar, olvidar que lo había conocido, que tenía que ver con él... bajó la cabeza decidiendose entre golpear la mesa o ponerse a llorar de nueva cuenta sin embargo sus palabras eran una ironía por sí mismas, él adoraba tener todo bajo control, absolutamente todo.

Y el hecho de no saber la razón de algo era motivo de frustración y desesperación, de días en vela por el simple hecho de no saber que hacer de ahora en adelante. Necesitaba unas respuestas que nunca iba a conseguir, unas dudas que probablemente quedarían inconclusas por toda la eternidad... o lo que faltara para ello.

-Él me hizo olvidar-cruzó las manos sobre la mesa-Por que si me encontraban... quienes fuera que lo perseguían, así ya no podría decirles nada

Una sonrisa amarga cruzó sus labios. Alzó la vista para fijar sus ojos en los suyos.

-Pero... no se nada más-susurró confundido

¿Como le había hecho para conocerlo tan bien? ¿Para saber que no era lo único? Apoyó la cabeza en su mano y negó suavemente deshaciéndose de su toque. La inmensidad de la tristeza que lo llenaba, que lo abrumaba era escalofriante, pero no podía decirle lo demás. Que se había enamorado, que la ilusión había regresado a él de manera alarmante solo para que se volviera arena entre sus dedos.

Todavía podía sentir sus labios sobre él, acariciarlo y llenarlo de su ser... se sentía ta desdichado que solo acertó a negar suavemente sin tener voz para decir nada más, sin tener el valor para confesarle que lo habían abandonado sin una palabra de consuelo para soportar las noches o los días que pasaría lamentándose su destino.

-Lo demás no importa-susurró

Y aún así las lágrimas volvieron a caer como en una fina cascada, suaves y silenciosas testigos del dolor que estremecía a su alma con cada envite de sus poderosas fuerzas incontrolablemente. Su cuerpo se inclinó hacia adelante para volver a tomar la botella, compañera suya en aquella extenuante travesía para soportar todo ello. El dolor nunca había sido tan fuerte como en ese momento. Al saberse solo y consolado por la pálida música que inundaba el lugar. Una epifanía casi irónica.

Asintió sin decir nada más, solo se dedicó a beber de la botella. Estaba seguro de que si abría la boca aunque fuera para decir gracias terminaría por confesar todo. No lo deseaba. Solo necesitaba olvidar. La botella se fue terminando lentamente hasta que él quedó sollozando sobre la mesa. El vino no lo satisfacía, nada lo hacía como la sangre y en ese momento, considerar en beber de alguien era totalmente inconcebible.

-Me siento un patético borracho-suspiró apartándose el molesto cabello del rostro-De seguro me veo patético a tus ojos, solo... no me hagas caso

Desvió la mirada y encendió uno de los cigarros que llevaba en su saco, el humo salió de su cuerpo lentamente como si sus pensamientos salieran de su cabeza sin rumbo fijo, solo escapando suavemente mientras sus lágrimas terminaban casi de golpe, sin más. Su mirada se volvió fría como hielo y la inseparable coraza de su ser volvió inmutable.

-Estoy tan cansado-susurró ladeando la cabeza-Tan cansado de todo esto