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 Angel Caido [x Lestat] [http://lestatdelioncourt666.blogspot.com]

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Quinn
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Quinn


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MensajeTema: Angel Caido [x Lestat] [http://lestatdelioncourt666.blogspot.com]   Angel Caido [x Lestat] [http://lestatdelioncourt666.blogspot.com] Icon_minitimeMiér Jul 15, 2009 1:15 am

No era un día común, la oscuridad empezaba a despertar y, con ella, yo de mi letargo. Miré al techo y a mi alrededor tan sólo encontraba calma. La noche anterior fue ajetreada, tuve que huir de varios vampiros juveniles que me aclamaban. Maldije el día que decidí emular a Lestat y escribir mis memorias. Miré a ambos lados agitado, entré en mi cripta y me recosté en mi cama de sábanas de satén. Allí, recostado, como si fuera la mismísima bella durmiente, me dejé adentrar en mis ardientes fantasías. Al despertar, eufórico aunque con cierta melancolía, fui hacia el escritorio.

Era una mesa de madera maciza, tenía dos candelabros de plata con dos velas, que encendí mentalmente, y varios folios diseminados por el lugar. Entre toda esa marabunta encontré algo nuevo, algo que no estaba en la noche anterior, o es me juraba. Me levanté y caminé pesadamente. Al ver el sello sonreí, era una L engarzada con rosas. Últimamente a Lestat le daba por hacer una firma constante en sus cartas lacradas. La abrí sin más y encontré una nota.

Bonne Nuit mon amie

Mon Cher Amadeo, deseo verte hoy y tener una conversación amena contigo, junto con el Maestro. Ambos hemos acordado que deberíamos vernos. Estaremos esperándote en Nuestra Señora de París, a pocos metros de tu residencia en mi país. Te estaremos esperando, ven solo.

Lestat

Le Petite Prince

No dudé en reír, una carcajada brotó de mi garganta meditando sobre lo que tramaba. Era imposible saberlo, su mente era un misterio y sabía que algún plan urdido en la locura. Poco o nada conocía a qué venía todo aquello. Sopesé la idea de ver a Lestat y a Marius. Marius siempre era un caballero, me respetaba, sin embargo Lestat siempre estaba con sus malditas carcajadas ante todo lo que pensaba, dejándome por los suelos.

Últimamente estaba solo, Daniel no se quedaba a mi lado. Iba en búsqueda de locuras, de nuevos conocimientos y volvía eufórico. Me hacía el amor y se volvía a marchar. Me sentía como Penélope, lo que sucedía es que mi guerrero me trataba como una puta de carretera.

¿Qué tenía de malo conversar? A ambos los amaba profundamente, de ambos tenía celos incesantes y además ambicionaba su poderío. Tenían una presencia impactante en mí, a pesar de que Lestat era mucho más joven que yo. Seguramente era cierto, sus raíces parecidas, ambos tenían orígenes celtas y romanos, me atraían como la miel a las mocas.

Me di un baño de sales, relajé mi blanca piel en aquel aroma tan embriagador, y me vestí con una blusa de seda negra. También con unos vaqueros, un abrigo y una pequeña gorra de pana oscura. Mis cabellos caobas de tonos rojizos caían sobre los hombros, tan rizados y bien peinados como los de la desgraciada de Claudia.

-Eres hermoso.-susurré mirándome al espejo, totalmente perdido en mis ojos. Mi rostro seguía siendo infantil, era joven eternamente y eso me encantaba. Tenía diecisiete años, como mucho dieciocho, para cientos de mortales.-Y siempre lo serás.-apagué la luz y salí de casa tras acariciar a mi gato. Lo llamé Santino, a pesar de los aspavientos de mi maestro. Era negro, de ojos verdes y diabólicamente encantador.

Cuando llegué frente al templo lo observé. En la barandilla junto a los ángeles centrales, estaba Lestat recostado mientras palpaba sus rostros con malicia. Marius me observaba entre las columnas del último piso, las cercanas a los campanarios.

-¡Dobry vecher! ¿Kak dela?-dije con un ademán de mi cabeza. Sonreí observando como bajaban hacia donde estaba.

-Bonne nuit mon petit garçon.-aquel idioma, el francés, una de las lenguas del amor y que me apasionaba. Caí en su encanto, mientras me tomaba de la cintura, y Marius se posicionaba a mis espaldas.

-Bouna notte il mio angelo.-sus labios se posaron en mi cuello, eso aceleró mi pulso y algo me decía que conversar no era lo que precisaban.

Las manos del malcriado fueron a mis nalgas atrapándome hacia él, besando mis labios y haciéndome perder los papeles. Mis brazos lánguidos, hasta ese instante, se colocaron alrededor de su cuello apoderándome de él. El maestro acariciaba lentamente mi vientre, había abierto mi abrigo y también mi camisa. Pronto las manos de Marius pasaron a mi entrepierna. Estaba siendo devorado por dos rubios imponentes. Cuando mis labios lograban estar liberados gemía.

-¿No veníamos a conversar?-pregunté excitado de sobremanera.

-Sí, ante la imagen de Dios.-rió levemente aquel maldito, ese que tiré desde una torre y maté a su hija. Al fin caía a mis pies y yo deseaba fenecer con un ritmo frenético de caderas.

-No, no sólo la de Dios.-reprendió mi creador.-También ante la de los ángeles.-seguirle el juego a Lestat era ir al infierno y volver ileso, no sabía como lo hacía pero siempre salía impune y esa locura era especial.

Me llevaron levitando hasta el centro de la iglesia. Las vidrieras parecían apagadas, pero las velas y el incienso estaban prendidas para el rito. Comenzaron a desnudarme lentamente, mientras ellos lo hacían a velocidad vertiginosa. Mi cabeza daba vueltas y mi mirada se perdía.

-Ven pequeño.-dijo Marius sentándome en la mesa donde se oficiaba la misa.

-Hoy estamos aquí, hermanos, para honrar el cuerpo de este hermoso niño eterno.-dijo en tono burlón Lestat, era un experto en jugar con fuego.

Mi pecho se elevaba lentamente, se marcaban mis costillas y me hicieron un corte en la muñeca, mientras Romanus me besaba con sangre. Lestat jugueteaba con la copa, era la de la misa, y tarareaba el aleluya. Al final notaba sus finos dedos manchados de mi sangre, espesa y caliente como la de cualquier vampiro, jugueteando a hacer pequeños dibujos bíblicos. Mi sexo se irguió con rapidez, sin embargo no estaba en su total extensión y les miraba atónito. Lestat abrió mis nalgas e introdujo sus dedos manchados en mis entrañas, lentamente hasta tocar la próstata.

-Aquí está.-musitó el condenado eufórico, Marius lo miró y sonrió lamiendo la sangre sobre mi piel.-Dime, ¿sigues siendo tan puta como siempre?-aquello no sabía contestarlo con palabras, tan solo con actos. Me abrí de piernas y le dejé mi entrada a su entera disposición.

-Eso es un sí, príncipe.-susurró bajo mi maestro, ahogándome con su miembro en mi boca.-Lame mi pequeño muchacho, lame.-agarró mi cabeza y movió sus caderas. Pronto sentiría una segunda daga, la de Lestat entre mis nalgas.

Los movimientos de ambos eran rítmicos, profundos y con la misma maestría. Ambos gemían, se complacían con mi cuerpo y Jesús tenía una visión de todo. Mis manos acariciaban las manos de Lestat sobre mis caderas, también los testículos de Marius. Intentaba que todo aquello fuera especial para ambos, tenía que demostrarles cuanto amor hacia ellos habitaba en mí. Ellos se besaban, sus lenguas se pasaban por sus labios y se los mordían. Mis ojos estaban atónitos, aquellos cuerpos tan perfectos estaban bañándose de lujuria con mi cuerpo. Entonces, cuando creí que me vertería, cambiaron las posiciones, Lestat ahora se felaba con mis labios y Marius con mis entrañas. Los testículos de ambos golpeaban mi piel, se veían llenos de placer para ser vertido en mí. Sin embargo, yo ya no pude esperar y liberé mi esencia.

No se mediaron palabra, tan sólo sonrieron y acariciaron mi rostro. Me llevaron al suelo, Marius se tumbó a mi lado y me recostó de espaldas a su pecho. Alzó mis piernas encogiendo las suyas, abriéndolas, y entró en mí. Lestat hizo lo mismo pegando su pecho al mío. No podía creerlo, no podía. Ambos hombres estaban surcando mis ardientes carnes.

-Más.-logré decir arañando la espalda de mi amigo, mi maestro tan sólo pasaba su lengua por mi oreja derecha y la mordía. Cuando estaba colmado, y pensando que mi mente se iba a quebrar, ellos eyacularon.

Lestat se movió rápido, fue hasta el sagrario y tomó una ostia sagrada. Sonrió mirándome y la bendijo, recogiendo las esencias de ambos, para ponérmelo bajo la lengua.

-El cuerpo de Cristo.-susurró Marius.-Tu cuerpo de ángel, para dos demonios.-besó mis hombros y me guió de nuevo hasta la mesa.

Me dejaron con el pecho sobre la mesa, el mantel se pegaba a mi piel, y mis jadeos, junto a mis súplicas eran audibles en todo el templo.

-¡No me dejéis así!-grité ardiendo en necesidad.

-No lo haremos.-Romanus respondió introduciéndome un cirio grueso en mi trasero. Eso me hizo irme de nuevo, manché el suelo una vez más y miré de nuevo a la cruz.

Mientras los movían a turnos, ellos se masturbaban mutuamente. Sus besos, de los que no era partícipe, me hacían envidiarlos. Sin embargo, terminaron besándome con lujuria. Ardía en los infiernos de la desesperación. Cuando sacaron aquello de mí sumergieron sus miembros, duros por completo, y creí ver el cielo. Lloraba y gritaba que me abrazaran, que me llenaran de ellos y de su placer carnal. Terminaron arrastrándome hacia el centro de Notre Dame. Allí, se masturbaron frente a mi rostro dejándolo con un velo blanquecido y caliente. Me relamí los labios y después desaparecieron entre risas. Caí desfallecido, al levantarme me vestí y corrí hasta mi refugio, aún olía a sexo y el sol despuntaba cuando las sábanas acariciaron mi figura sudada.

Desde aquel despertar rezo al diablo porque vuelvan a querer conversar. Daniel no sabe nada, mejor que viva en su ignorancia. Todo está bien así, de momento.
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